domingo, 3 de marzo de 2013

Oh What a Dream... ( feat. Ruth Brown )

  Era el día de mi boda y necesariamente tenía que acordarme de aquella persona. Cogí mi blog, un lápiz bien afilado y previo al evento, le escribí.

  Y así y desde el corazón, le dedique las siguientes y poéticas palabras:



"Hacia ya unos cuantos días que mi sueño se 
veía trastornado por la ilusión de un perfecto 
momento en familia. 
 Y Yo, como otro primogénito más de la saga 
de los hombres de Ferro, y de nombre 
conocido Manu o Manolito, y nominado así 
para poder diferenciarme de todos los 
Manueles que ya había dado aquella sangre, 
me sentía orgulloso de pertenecer a aquel 
numeroso y cálido clan. De naturaleza 
nerviosa y demostrado exceso de energía con  
correspondiente diagnóstico médico, sólo 
podía sentir una inexcusable impaciencia que 
me mataba dándome la vida. 
Innumerables "flashes" a modo de vivo 
recuerdo, invadían mi mente y mi corazón haciéndome aún más vulnerable e 
insignificante de lo que ya era por defecto 
natural. 
De entre todas esas nostálgicas imágenes en 
forma de sueño, siempre existía un momento 
dedicado a los mismos seres queridos que 
encontraría en aquel venidero momento que 
me esperaba segundo tras segundo. 
En primera instancia,  y sin tregua alguna, 
apareció ante mi aquel hombre elegante con 
traje impecable y cordial sonrisa que siempre 
llamo mi atención. Su recuerdo se reflejaba 
vivo frente a mis ojos y su amor por su 
familia se demostraba candente en un dulce 
beso a la mujer que lo acompañaba aferrada 
a su brazo. Los dos eran uno y uno, eran 
siete. 
De aquellas siete partes iguales, a cada hijo 
le correspondería un brillo particular y poderoso que lo definiría ante mis párvulos 
ojos de la siguiente manera: 
Manolo, mi padre, un niño y un hombre, se 
asemejaba a las formas paternas con 
asombrosa exactitud y ejercía como 
primogénito de aquella séptima parte con 
orgullo y fortaleza asombrosa y haciendo 
sumiso honor al sólido significado del apellido 
familiar; 
Mari Carmen, como mayor de los siete 
hermanos y heredera directa de la belleza de 
aquella Doña Señora con distintivo 
imborrable de Rey, ejercía prematuras 
funciones de madre y hermana con sólida y 
constante presencia; 
Dolores, pequeña en continente y grandiosa 
en contenido, brillaba como una estrella del 
cielo de Compostela y con esencia real rica en simpatía y amor por los suyos, que, como no, 
siempre tendría cercanos; 
Baldomero,quien con patente discreción  e 
impecable elegancia dibujaba pretenciosos 
trazos en la evolución familiar y como todos 
los demás, causaba presencia incondicional y 
responsable en alegrías y penas compartidas 
por mayores y pequeños; 
José Ramón, mi padrino, resultaba vivaz, 
activo, inteligente y pertinaz, dotado de 
naturalidad abrumadora propia de los más 
jóvenes hermanos distraería nuevas y 
atractivas alternativas con distinguido deje 
fraternal; 
Javier, caracterizado por su noble y generosa 
personalidad se presentaba ingenuo y dulce en 
el encuentro con sus mayores y demostraba 
ser el más férreo heredero de las actitudes 
profesionales de aquella gran familia y que valdrían para recordarles a todos los 
hermanos quienes eran y de dónde provenían; 
Y por último, y como representante más joven  
de aquella unión devenida en septeto, mi tía 
Belén,  quien con absoluta discreción  
mostraba y demostraba la capacidad de 
superación de la que es capaz un ser humano 
cuando se lo propone. Bella y siempre 
amable ponía a disposición del resto cuanto 
estaba en su mano para felicidad de sus 
queridos hermanos. 
Tras esta definición personal y directa, y 
como parte igualmente activa de esa 
numerosa unión familiar, y creando compañía 
inseparable de los diferentes pero indivisibles 
hermanos, sus medias naranjas: Angeles, mi 
querida madre; Julián, embajador de la 
alegría; Jesús, siempre respetable; Chelo, 
dócil y maternal; Mari, con desparpajo 
natural y envidiable inteligencia; Carmina, amorosa, firme y tenaz y... Alberto, dulce 
enamorado que llegó a tiempo para dar la 
felicidad deseada a mi más joven tía . 
Todos eran mi referente aunque no lo sabían. 
Era un sueño y lo tenía presente; cálido, 
nostálgico  y sobre todo ...feliz. No quería 
despertar pero sabía que sucedería antes o 
después. 
De repente y con voz tenue y melosa, escuche 
la voz de Camilla susurrándome al oído: 
- Manuel, tenemos que entrar en el salón 
nupcial. Es la hora y todos esperan. 
Y aturdido por aquel "deja vu", y sujetado 
fuertemente por su mano, se abrió la puerta e 
inevitablemente, mi sueño se convertía en 
realidad. Dando el primer paso mire hacia arriba e 
imaginando la ya etérea figura elegante de 
aquel hombre que faltaba, le di las gracias a 
Dios y a El por ser parte de aquella familia.  
Y recordando conmovido mis orígenes y una 
pasada vida familiar, deje que aquel 
distinguido Señor de americana cruzada 
siempre impecable me regalase como presente 
de boda una inseparable identidad. 
Padre, hijo y nieto éramos por herencia, una 
misma persona: 
 Manuel Ferro. "

https://www.youtube.com/watch?v=XHe16XFQUpI

1 comentario:

  1. Jo Manolito que me has emocionao. Muy bello y sentido. Tu familia tiene que estar orgullosa. Besazo.

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